Editoriales

El año del cangrejo

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 30 DICIEMBRE 2017
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El año del cangrejo

Las perspectivas, dentro y fuera del país para el año que agoniza, no eran tan malas al principio. Por alguna razón ignota, que quizá algún día se conozca, propios y extraños esperaban que sucediera el milagro de que, haciendo las cosas igual de mal que antes, los resultados fueran diferentes y que, ahora sí, la economía nacional se enganchara en el tren de la prosperidad, esa zanahoria que tanto utiliza la actual administración; pero, ¡no! Sólo los magnates huehuenches resultaron beneficiados.  

El peso mexicano se fue más allá de los 20 por dólar y no se ve que vaya a mejorar en su paridad; la inflación anda rozando el 7 por ciento, aún con las cifras maquilladas; las tasas de interés, otra vez, se elevaron irresponsablemente disque para evitar la fuga de capitales, cuando bien se sabe que los ricachones la apuestan más a la seguridad que a una ganancia mayor; la reserva de divisas, por el contrario, va a la baja porque la Comisión de Cambios hace lo que no debe hacer: subastar dólares. 

2017 será conocido en la historia como el Año del cangrejo, cuando todo fue para atrás, excepto las fortunas de los amos del país, Carlos Slim, Sara Mota de Larrea, Alberto Bailleres, Ricardo Salinas y Germán Larrea Mota, quienes lograron, en conjunto, ganancias por un total de 48 mil, 49 millones de dólares. ¿Pagaron sus impuestos? En cambio, con alta inflación y desempleo, aumentó la pobreza. La pobreza que se induce desde las instancias oficiales con la renuencia a la normalización de salarios. 

Otra vez, los bienes de la tierra y el producto del esfuerzo del ser humano, son acaparados por los que tienen capacidad de hacer manita de puerco a los gobernantes para que operen en su beneficio con reglas que sólo deben cumplir los de abajo. Las ganancias de este año de los cinco más ricos del país equivalen a los ingresos totales del 50 por ciento de la población económicamente activa. Sigue el modelo que premia la usura, la especulación y el monopolio, en grave perjuicio del consumidor.  

Quizá por ello, el director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, Alejandro Werner, quien fuera subsecretario de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público en 2010, señaló en una reciente conferencia sobre la economía de México que: "El estado de derecho, la inseguridad, el combate a la corrupción, la consolidación de las instituciones, son importantes para extender los beneficios que hemos visto en términos de crecimiento económico, empleo y bienestar", a fin de que lleguen a todos y no solamente beneficien a una clase dorada que ni en diez generaciones podrían dilapidar las fortunas obtenidas con el sacrificio de las clases trabajadores expoliadas y abusadas. 

Agregó que al gobierno mexicano debe fortalecer su sistema fiscal y el estado de derecho, ante los retos que se derivarán de la reforma fiscal aprobada en Estados Unidos y que promueve una reducción de impuestos para empresarios norteamericanos. Ya no es posible seguir nadando de muertito ni cargar todas las pulgas al can más famélico, como han venido haciendo los magnates que venden caro en México para poder competir con precios bajos en el exterior, incurriendo en dumpin comercial, que viene a sumarse al dumpin laboral por los bajos, miserables salarios que aquí pagan. 

El Año del cangrejo quedará en la historia como la muestra palpable del contubernio entre gobiernos y gandallas para hacer retroceder más aún los logros que tuvo el Estado mexicano bajo los regímenes emanados de la Revolución Mexicana, la primera revolución social del siglo XX, de la que emanó, luminosa, la gran Constitución del 17, que proponía la democracia con justicia social, fórmula que dio al país la más prolongada etapa de paz, estabilidad y desarrollo, en medio de un mundo convulsionado y con guerra atroz, en que se manifestaron las más aberrantes muestras de crueldad. 

El Año del cangrejo quedará en los anales como una muestra de lo que México y los mexicanos deben rechazar, pues, como dijo el presidente Gustavo Díaz Ordaz: "Nadie tiene derecho a lo superfluo mientras alguien carezca de los estricto". Igual al dicho: "El que no trabaja, no come".


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